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Con independencia del análisis particularizado que hagamos de sus
elementos, lo cierto es que nos encontramos con unos libros comentando el
Apocalipsis y con unas imágenes más afines al texto juanino que al comentario
de Beato. ¿Podrá explicarse esta disonancia por estar Beato en el ámbito
conceptual del mundo carolingio, mientras los ilustradores se hallan bajo la
poderosa influencia de la cultura musulmana, entonces tan brillante en
Córdoba? El testimonio artístico de esa unión con el occidente cristiano lo
tenemos en las construcciones de la corte asturiana, en cuyo círculo estaba
Beato y en las que se advierte una continuidad de la tradición visigoda, pero,
al mismo tiempo, un paralelismo en concepto y formas con la carolingia. En
cambio, en la del siglo X, y pese a nuestra inclinación a verla más
occidentalizada y con un mayor sentido tradicional que en su habitual
valoración, es indudable la transposición de elementos árabes con su carga de
orientalismo. Tal dualismo se advierte en estos códices: un texto impregnado
del racionalismo típico del Occidente latino-germánico, pero ilustrado con unas
formas en las que viven los ilusionismos orientales. A la contradicción entre el
texto apocalíptico, tan dentro de profetismo bíblico, y sus comentarios
humanistas, se añade aquella otra profunda , entre el clasicismo paulino de
Beato y las ardientes criaturas que lo ilustran. El desconcierto estilístico de
arte de la miniatura en la Alta Edad Media encuentra su mejor reflejo en estas
creaciones mozárabes. La desintegración patética del mundo postcarolingio
tiene su reflejo en ese arte de los siglos IX y X con reacciones inesperadas de
barbarismo y clasicismo, en cuyas miniaturas se advierten las veleidades y
gustos de los escritorios locales. Esta dispersión forma una auténtica Edad
Media tradicional antes de que el Occidente concrete los grandes estilos
medievales que unifican todas las formas, lo mismo las arquitectónicas que las
del resto de las artes. Ya a partir del siglo X -aunque en nuestro país la
tradición mozárabe subsista- hay un sistema orgánico, con la misma estática,
recorriendo todas las creaciones.
LA ICONOGRAFÍA
Parece claro que todos los códices de los Beatos arrancan de un solo
prototipo. Después son varias las ramas estilísticas, pero no iconográficas, en
que ese primer prototipo se halla diversificado. Pero en definitiva todos ellos,
con variantes debidas a los modelos inmediatos o a la genialidad artística de
los ilustradores o a los estilos de cada época, se unifican en el tratamiento de
los mismos temas y de las mismas composiciones con la inevitable pluralidad
antedicha. Y a través de los siglos, este prototipo se mantiene con inexorable
rigidez. Esta misma persistencia nos permite juzgar las variantes con el estudio
más estricto de la personalidad de los maestros y de los estilos temporales.
La sujeción al texto del Apocalipsis nos sugiere la idea de que estas
ilustraciones son ajenas y aun anteriores a los Comentarios de Beato; que lo
son exclusivamente del Apocalipsis, aunque se incluyeran en el texto de aquél.
Es, pues, posible que la atmósfera orientalizante que rodea a los Beatos,
singularmente a los códices del siglo X -véanse, especialmente, el Beato de
Gerona y el Beato de la Seo de Urgel- provenga de la ilustración de algún
Apocalipsis visigodo -como sucede en la arquitectura asturiana y de la
Repoblación-, pues lo que conocemos de Bizancio o de Siria no se parece en
estilo, ni en espíritu, a estas miniaturas de los Beatos. La inmutabilidad del
texto juanino lleva consigo la inmutabilidad, también, de su iconografía. Y de
aquí ese hálito arcaico, intemporal, que atraviesa tales ilustraciones.
Esta repetición hubiera sido imposible sin la sujeción a un solo
prototipo. Pues estas ilustraciones nos describen momentos únicos
caprichosamente compuestos, uniendo temas que no están juntos en el texto y
que a veces sólo por aventuradas y vagas referencias es posible unirlos en la
misma ilustración. Y, sin embargo, los miniaturistas no se permiten ninguna
alteración ni ninguna libertad que modifique la iconografía inconmovible.
Esa unidad iconográfica permite afirmar que, en el siglo X, ninguno de
los Beatos que conocemos -frente a la tesis de Gómez Moreno, que coloca
como inicial al de Magius- pudo ser utilizado como prototipo. Es difícil
determinar la época del original. Desde luego puede afirmarse que es cercano
al siglo VIII, o al IX, y quizá formado por iconografías procedentes de diversas
fuentes. A lo mejor en la iconografía de los Beatos podemos afirmar que, en el
Libro de Daniel, algunas miniaturas son de mayor antigüedad, pues se hallan
dependientes del arte paleocristiano. Y aun de las pinturas de las catacumbas
del siglo II. Así en la cena de Baltasar y en Daniel en la cueva de los leones
en el códice de Gerona.
INFLUENCIAS EN EL ARTE DE LOS BEATOS
El primer enigma con que nos encontramos al tratar de las miniaturas
mozárabes -designamos así a las de nuestro siglo X- es el de inferir el
prototipo de los Beatos. Pues sabemos que el perdido manuscrito original de
Beato, según consta en el mismo texto, llevaba miniaturas. ¿Podemos rastrear
alguna de sus características a través de los códices posteriores? A juzgar por
el tono evolucionado de los ejemplares conocidos, podemos suponer que
aquéllas se concentrarían en una estilización de formas tardo-romanas o
bizantinas. Las muestras que nos quedan de la pintura asturiana nos permiten
suponerlo así. Si bien con esquematismos rurales, con tosca versión e
interpretaciones casi populares de temas cristianos. Quizá con un predominio
de las formas lineales y usando el color más bien como única iluminación. No
es posible eliminar ninguno de los factores que después hemos de ver que
integran el arte de estas miniaturas. Al germen helenístico-romano hay que
agregar evidentes trasvasaciones de orientalismo y estilizaciones de
inspiración nórdica. Y no sólo por la visión directa de códices irlandeses, sino
también por aflorar allí el fondo céltico de la raza y aun de la cultura visigótica
de la corte asturiana. Lo que sí puede afirmarse, a través de la persistencia de
caracteres uniformes en todos los Beatos, es que esas miniaturas tendrían un
componente de fuerte raíz nacional. Se advierte que sus esquematismos
buscan los recios trazos esenciales con imágenes de una rural abstracción,
predominando las líneas paralelas y la simetría.
Una punta del velo de este misterio se levanta con el fragmento
encontrado en 1929 en el convento de Santo Domingo de Silos, procedente
del monasterio de Santa María de Nájera. Sólo con relieves escultóricos, como
el dintel de San Cebrián de Mazote, puede compararse; respecto a los Beatos,
únicamente muestra leves semejanzas con el códice de Lorvan. En la hoja en
que aparece aquel dibujo se copian los versos del Apocalipsis en que se
descubre la apertura del quinto sello:
"Y cuando abrió el quinto sello vio debajo del altar las almas de los que
habían sido muertos por la palabra de Dios y por el testimonio que tenía.
Y clamaban en voz alta diciendo: ¿Hasta cuándo, Señor, no juzgas y
vengas la sangre de los que moran sobre la tierra?
Y fueron dadas a cada uno de ellos unas ropas blancas: y les fue dicho
que reposaran hasta que cumpliesen el número de sus consiervos y el de sus
hermanos, que también han de ser muertos como ellos". (Ap. 6, 9-11).
La letra, según Gómez Moreno, es del siglo IX. Sería este fragmento,
por lo tanto, el ilustrado con la miniatura más antigua de un Apocalipsis.
Es un modelo de bárbara ejecución. Se advierte un gran altar en forma
de T. Debajo y en círculo que puede ser un nimbo, la cabeza de Dios. A los
lados, dos lamparas, ángeles, cabezas de hombre y muchos pájaros, símbolo
de las almas. Y todo ello lineal y bárbaro, con perspectiva rebatida. Esta
miniatura nos permite pensar en una rama estilística y hasta iconográfica al
margen de la ferocidad mozárabe, cuyos hitos los encontramos en esta
miniatura y en el códice de Lorvan, con las figuras de tipo lineal, de gran
claridad abstracta y de una rigurosa simetría en la composición.
LOS CÓDICES DE LOS COMENTARIOS DE BEATO
En el estudio y decoración de estos códices hay que tener en cuenta,
según Neuss, el contenido y la expresión artística. Conceptualmente nos
revela, en la parte más estimada entonces del Apocalipsis, las visiones de
Dios y de Cristo, con sus correspondientes conceptos del cielo y de las almas.
Y, a la vez, la visión del Anticristo y de sus colaboradores, la época de su
venida y de su vencimiento. La resurrección y el reinado de mil años de los
justos. Estas visiones están unidas a las teofanías basadas no en un Padre
invisible, sino en un Logos de clara comprensión. Ello lleva implícita una
determinada creencia en Cristo. No son sólo el Cordero con siete cuernos y el
Cordero sobre la montaña, sino también el primero de los cuatro jinetes y el
caballero veraz y fiel. Y, ante todo, es el alfa y el omega, el primero y el último,
el principio y el fin, el Todopoderoso, ante el cual están las siete lámparas y
cuyos ojos son como llamas, el coronado sobre los cuatro Vivientes. Esta
visión de Dios -en el primero y en el cuarto capítulo- es de la mayor
importancia en la cristología de Ireneo, de Clemente de Alejandría, de
Orígenes, de Atanasio y de Ambrosio. Después, la consideración de la lucha
contra el Anticristo, con la resurrección triunfal de los justos durante mil años.
En cuanto a su arte, hay en él la paradoja de que, siendo de unos
colores llameantes, estos tonos exacerbados son concebidos como
iluminación. Lo fundamental de estas miniaturas es el dibujo. Una lineación
firme, con rayas que llevan en sí una intención expresiva, con repeticiones,
paralelismos y ritmos que le prestan una grandeza natural como rayados,
zoomorfos o fitomorfos. Y estos campos entre las líneas se colorean con
entonaciones fuertes, cuajadas como esmaltes, con unos colores a los que
irritan los adjuntos. A veces las líneas interiores son también de colores
enteros. Porque en estas láminas del siglo X no hay claroscuros ni
perspectivas espaciales. Las formas son planas, superficiales, provocando el
expresionismo más feroz precisamente la falta de matización de sombras y
luces. Y ello determina esa coruscante impresión de llamas, de colores vivos
que se precipitan sobre el espectador. Ese color ha sido el relleno de un dibujo
en cuya rigidez y ritmos elementales se coloca la personalidad de los artistas
de ese tiempo. He aquí este texto de San Isidoro: "Nunc pictores, prius umbras
quasdam et lineas futurae imagines ductunt; deinde coloribus implent, tenentes
ordinem inventae artis".
LOS CÓDICES DEL SIGLO XI
La miniatura española del siglo XI es retardataria respecto a las otras
artes. Hay en ella un intenso tradicionalismo mozárabe, con una continuidad
tal que podemos decir, por algunos de los Beatos, que es en ese siglo cuando
este estilo alcanza su plenitud, si bien con algunas trasvasaciones europeas
que anuncian ya el románico, que se concreta en el Beato de Saint-Sever,
manuscrito 8878 de la Biblioteca Nacional de París. Nuestros códices
mantienen su personalidad nacional, afincada en las formas expresionistas
que, según hemos visto, caracterizaban a las miniaturas anteriores. Y en este
siglo se ilustran algunos de los libros más importantes de toda la historia de la
miniatura española. Ya en la segunda mitad del siglo XI la presencia del nuevo
arte, conjugado con la tradición, produce las miniaturas de más intensa
expresividad del románico europeo.
El Beato de San Millán de la Cogolla, hoy en la Academia de la Historia,
representa uno de los procesos más singulares y reveladores de nuestro arte
medieval. En sus miniaturas han intervenido dos manos tan dispares
estilísticamente que han hecho suponer entre las dos una gran diferencia de
tiempo. Se trata de dos inspiraciones distintas y aun antagónicas. Las
miniaturas adjudicables al colaborador artístico de Albino -Neuss no acepta su
atribución a éste por creer, como nosotros, que es el escriba- se encuentran
en una línea de clara influencia mozárabe, cercanas al Beato primero de la
Biblioteca Nacional y a las miniaturas de Florencio. Hay en este principio del
siglo XI, y precisamente en la región de San Millán, un recrudecimiento de
orientalismo que puede confundirse con ruralismo. Se encuentra también
relacionado este arte, por sus ritmos y estilizaciones, con el Códice
Emilianense.
Otro mundo completamente distinto es el de las restantes miniaturas, ya
de tipo francamente románico. Es de las primeras representaciones de nuestro
arte de este gran estilo europeo. Tienen estas otras miniaturas plenitud de
formas, movilidad, volumen y calidades de normalidad en la estructura de todo
lo representado, que hacen pensar en un artista extranjero, quizá italiano. Los
ritmos son clásicos, los mantos rozagantes; las líneas ondulan, pesadas y
elegantes; las cabezas tienen volumen y corrección occidentales. Sin
embargo, quizá por la atracción del prototipo o quizá porque, a pesar de lo
dicho, se tratase de algún artista español, se conservan muchos restos
tradicionales en la estilización del plegado, del tipo Magius.
J.Camón Aznar
Resumen del trabajo realizado por el profesor Camón Aznar para
EDILÁN con motivo de la publicación de la edición facsímil del Beato de
Gerona.
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